Arquitectura

Con más de ochocientos años de historia, el Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias se ha edificado a través de los estilos artísticos surgidos en España en diferentes épocas; desde el románico del siglo XII hasta el barroco de principios del siglo XVIII.. Podemos decir que es un catálogo de los diferentes estilos arquitectónicos de los ocho últimos siglos.

El monumento se inició siguiendo el modelo arquitectónico del estilo cisterciense, cuyo origen data de finales del siglo XI en Citeaux, en la región de Borgoña, Francia. Sin embargo, anteriormente a esto, en el valle de Valdeiglesias hubo una serie de eremitorios, siendo uno de ellos la ermita de Santa Cruz, sobre la que se inició la construcción del monasterio.

Para conservar la Capilla Mozárabe, que formaba parte de la ermita, se rompieron los cánones establecidos, girando 13’5º el claustro en el eje este-oeste respecto al muro sur de la iglesia. Este giro representa una singularidad única en toda la Península, desencadenando en un excepcional espacio trapezoidal entre el muro sur de la iglesia y el claustro.

Románico

La arquitectura con la que se levantó el Monasterio de Pelayos de la Presa a raíz de su fundación en el 1150, corresponde al estilo románico del siglo XIII en España.

Según el Profesor Navascués  “El monasterio de Valdeiglesias es la obra más importante que se construye en la provincia de Madrid en el entorno del 1200”.

Lo que hoy día queda del románico del Monasterio se reduce a la Iglesia conventual y a diversos restos de muros y contrafuertes, así como a dos pequeños arcos con  una columna geminada que los soporta, parte del claustro anterior al actual.

La Iglesia presenta dos sistemas constructivos claramente diferenciados; la cabecera, en sillería de granito, y el resto (transepto y nave) en mampostería  de caliza con verdugadas de ladrillo al estilo mudéjar toledano.  Esta solución  era muy utilizada en la Edad Media cuando la economía no era muy boyante: se construía la cabecera en material noble, ya que allí se celebraba la Eucaristía y para el resto de buscaban soluciones más económicas, tales como fábrica de ladrillo o mampostería. En el exterior se apreciaba la diferencia, pero en el interior de la Iglesia, debido a que el acabado de paramentos era de guarnecido de cal, desaparecía la diferencia  de los sistemas constructivos utilizados.

La cabecera  de nuestra Iglesia consta de tres capillas. La mayor con ábside de intradós semicircular,  y trasdós curvo, y cubierta abovedada con cuarto de esfera precedida, en el presbiterio, por bóveda de cañón apuntada. Las dos capillas laterales con ábside de intradós semicircular,  y trasdós recto. Cubierta, también, con bóveda de cuarto de esfera y  bóveda de cañón, en estos casos sin apuntar (en las laterales no es apuntada, es una peculiaridad de la central).

El resto de la Iglesia (transepto y nave), con planta de cruz latina, se supone cubierta, en su tiempo, con armadura de madera y posible artesonado.

Diseminados por toda la edificación monacal quedan restos de obra románica que fueron respetados  cuando se llevaron a cabo las múltiples  reformas y rehabilitaciones a lo largo de su larga vida monacal.

 

Gótico

A finales del siglo XV y hasta el primer tercio del siglo XVI se lleva a cabo en el Monasterio una remodelación en  gótico tardío (Isabelino) como consecuencia del  periodo de prosperidad y afirmación de la identidad,  impulsado por los Reyes Católicos, al final de la Baja Edad Media. Varias arquerías góticas en distintas dependencias del Monasterio, nos llevan al encanto de aquellos tiempos.

Se abandona la fábrica mudéjar, que se elimina u oculta, sustituyéndolo por un gótico florido de espectaculares bóvedas estrelladas con arcos cruceros, terceletes, ligaduras o nervios combados.

La transformación en gótico de la Iglesia se realiza encastrando la nueva arquitectura gótica entre los muros mudéjares que conforman la nave y el transepto. La cabecera románica se respeta.

Se rehacen en gótico todas las piezas fundamentales del Monasterio, iglesia, sacristía, claustro, sala capitular y refectorio, extendiéndose la intervención hasta el primer tercio del XVI.

Del segundo tercio del XVI son el coro alto y la capilla funeraria situada en el transepto y alojada en el husillo románico que accedía a las cubiertas.

Renacimiento

Iniciada la reconversión arquitectónica del Monasterio a finales del XV prosigue, sin solución de continuidad, a lo largo de todo el siglo XVI y comienzos del XVII, en el modelo renacentista escurialense.

Es el siglo XVI la época dorada del Monasterio: comienzan a recibir nuevas y buenas rentas al finalizar  el pleito que el Monasterio mantenía con el duque del Infantado, por la venta del Señorío de San Martín, en 1434.  Por otra parte su incorporación a la Observancia de Castilla en 1485 trajo como consecuencia un mejor gobierno y administración del Monasterio, que les permitió salir de la penuria  que arrastraban y mejorar su economía.

Por ello se continúa el impulso constructivo, a lo largo del XVI y comienzos del XVII, siendo el Abad Fray Jerónimo Hurtado el protagonista principal de esta renovación arquitectónica, que se aprecia en sus fachadas norte y oeste.

Se amplía la superficie edificada, se eleva una nueva planta a todo el Monasterio y se rehacen tres de sus cuatro fachadas cambiando radicalmente la fisonomía exterior  del edificio, ahora con estilo herreriano: sobrio, desornamentado y elegante.

Se levanta un claustro nuevo (1158 – 1160), se hacen nuevos la sala capitular, la enfermería, los cuartos de monjes, la hospedería, portería y los cuartos de conversos. Se levanta, de nueva planta, la torre campanario en 1599, y la puerta de acceso al recinto monástico, con factura muy clasicista, hoy día reinstalada lejos del Monasterio.

Esta remodelación tan poderosa hace que el Monasterio tenga una apariencia renacentista en su entrada, que intenta ocultar toda su arquitectura medieval pero que iremos descubriendo a lo largo de la visita.

Barroco

La fachada occidental de la iglesia nos ofrece el último estilo arquitectónico que aparece en el Monasterio. Se trata de una fachada que data del siglo XVII, de sobrio estilo barroco, tipo retablo, construida con bloques de granito de gran calidad.

La fachada al ser sobria presenta únicamente dos huecos rematados con dinteles; uno corresponde a la puerta de entrada y el superior es el balcón del coro alto.

Cabe destacar la decoración de la propia fachada, sobre el balcón hay tres hornacinas que alojan diferentes imágenes. En la actualidad sólo se encuentran ubicadas dos imágenes. En el lateral izquierdo se sitúa la imagen de San Benito, fundador de la Orden Benedictina, y en el derecho San Bernardo, impulsor del Císter, ambos patronos de la Orden.

 

 

Tres blasones decoran la fachada; el del centro corresponde a la monarquía, que aparece picado y borrados sus símbolos, el de la izquierda correspondiente al propio del Monasterio y el de la derecha a la Orden del Cister de la Observancia de Castilla.

Remata la fachada una espadaña de tres huecos con cumbrera curvilínea, que recuerda influencia de la arquitectura colonial española.

 

 

 

La Capilla Mozárabe

La pieza denominada “Capilla mozárabe” está realizada toda ella en ladrillo y se cubre con cúpula de gallones de planta octogonal, que pasa a planta cuadrada por cuatro pechinas en las esquinas. Los paramentos, con arquería doble de arcos de medio punto, se apoyan  en bancada corrida  de piedra, sistema constructivo que recuerda mucho a la iglesia mozárabe de Santo Tomás de las Ollas en Ponferrada, León.

No obstante como consecuencia del desplome del muro, lateral derecho, de la iglesia sobre la denominada capilla mozárabe, en el  invierno de 1992, aparecieron restos de un trampantojo, imitando sillería, que ponen  en duda el supuesto carácter mozárabe de la edificación.

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